Tenía que estar ahí, pero resulta que no. México ha perdido la isla Bermeja, un reducido peñasco situado a unas cien millas al norte de la Península de Yucatán, en aguas del Golfo de México. Google Maps dice que esta ahí, marinos y cartógrafos de épocas remotas la ubicaron y describieron y distintas misiones exploratorias se han acercado hasta donde se supone que debiera estar, pero nada, no hay rastro.
El enigma, en principio, no debería tener mayor trascendencia geopolítica. Se trata de un peñasco sin ninguna importancia aparente. Pero el valor asociado a la isla Bermeja es incalculable. No por lo que contiene, sino por lo que determina. De hallarse, permitiría desplazar hacia el norte el límite de las aguas territoriales de México colindantes con las de los Estados Unidos, lo que permitiría a los mexicanos hacerse con la soberanía de cuatro quintas partes de la zona del Hoyo de la Dona occidental, una región del Golfo de México con grandes reservas de petróleo, gases y minerales.
Polémico tratado
La cuestión de la misteriosa desaparición de la Isla Bermeja se convirtió en capital a finales del siglo pasado, cuando el presidente mexicano Ernesto Zedillo negociaba con su homólogo estadounidense, Bill Clinton, un Tratado sobre la delimitación de la Plataforma Continental. México ya había hecho movimientos diplomáticos en la ONU para asegurarse el control de la Hoya de la Dona. La punta de lanza de la postura mexicana era el islote Bermeja, pero cuando en 1997 arrancaron las negociaciones, resultó que ya no estaba donde todos los mapas la venían situando desde el siglo XVI.
Ante tan sorprendente extravío, el Gobierno mexicano ordenó una misión militar que localizara la isla. Era mucho dinero y mucho territorio lo que estaba en juego. El buque de la Armada «Onjuku» viajó hasta la latitud indicada en los mapas para corroborar la existencia de la isla. El sónar del «Onjuku» no pudo encontrar huellas del supuesto islote en un amplio radio cercano a las coordenadas señaladas.
Finalmente, Zedillo y Clinton firmaron el acuerdo el 28 de noviembre de 2000, quedando el área de interés y la enorme riqueza de sus fondos bajo control estadounidense. Algunas estimaciones calculan en más de 22.000 millones de barriles el petróleo que perdió México al verse privado de esa zona del Golfo que lleva su nombre.
Teorías conspirativas
El caso de la Isla Bermeja alimentó toda clase de especulacines conspirativas. Muchos no entendían como un pedazo de tierra citado por primera vez en 1570 y mencionado en publicaciones oficiales de fecha tan tardía como 1946 se había evaporado súbitamente. Un grupo de senadores del opositor PAN exigió la apertura de una investigación oficial, mientras crecían las voces apuntando a teorías sorprendentes. Se decía que la CIA habría podido volar la isla e incluso se apuntaba a la connivencia de los negociadores del tratado por parte mexicana con los intereses de los Estados Unidos. Los legisladores que exigieron una investigación oficial al respecto señalaron que «existen sospechas sobradas de que la inmersión fue provocada por la influencia del hombre». La pregunta en el ambiente era: «¿Son los gringos capaces de haber hundido la isla para quedarse con el petróleo?».
La respuesta la darían los científicos. Jaime Urrutia, de los Institutos de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló que con una bomba de hidrógeno se podría hacer desparecer una isla, pero consideraba tal posibilidad altamente improbable en este caso. Sí dijo que las islas pequeñas pueden desaparecer como consecuencia de la erosión causada por las olas.
Investigación oficial
El asunto terminó siendo objeto de una investigación parlamentaria, cuyos responsables encargaron un informe a la UNAM. En 2009, el buque universitario «Justo Sierra» repitió la travesía del «Onjuku» para terminar llegando a las mismas conclusiones. En ese lugar no existe ninguna isla ni vestigios de que haya existido nunca. Las misiones que han visitado el lugar y han sondeado el fondo marino lo describen como una planicie, por lo que puede descartarse que en esas latitudes hubiera ninguna isla antes. La explicación científica oficial, la que hizo suya el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), es la de que la Isla Bermeja nunca existió o fue confundida con otra. Lejos de comprar las versiones que apuntan a los manejos de los servicios secretos estadounidenses, se impone la idea de que el misterio obedece a un error cartográfico que se ha perpetuado a lo largo de los siglos.