Los que somos escritores tenemos que escribir. no nos queda más remedio, para mÍ es como si todas las ideas fueran una maraña, una bola de estambre sin punta, llena de nudos… en cuanto me siento frente a una hoja en blanco, la madeja se va desenmarañando y surgen textos.
A veces son buenos, a veces ¡malísimos! Pero en realidad no importa, lo hermoso es que después de escribir viene un momento de intensa paz… hasta que la madeja se enreda de nuevo y el proceso vuelve a comenzar. Y a mí, la madeja se me hace bolas todo el tiempo. Tengo una imaginación febril unida a una intuición de bruja (de ésas de escoba), peligrosa combinación.
A lo largo de todos los años que llevo en esto me he dado cuenta de que algunos de los textos que más me gusta escribir son cartas. Han sido muchas. Algunas largas, otras apenas unos trazos… En cartas he dicho te quieros desde que aprendí que las palabras me permitían decir todo lo que no sabía expresar con mi voz.
Me recuerdo escribiendo a mis amigas para decirles que estaríamos juntas toda la vida, aunque apenas tuviéramos ocho o nueve años. Y toda la vida se dispersó en montones de momentos, de nuevos amores, de nuevos amigos, de viajes, de cercanías y lejanías. Pero quedaron las palabras, las intenciones, el amor que cala más fuerte cuando se comparte, y más cuando se lee y se escribe. Las palabras escritas tienen una fuerza que no tienen cuando son sólo voz o mirada.
Las cartas de despedida son dolorosas, decir adiós nunca es fácil, algunas nacen cuando un ser querido ha muerto y sólo poniendo en tinta mi dolor puedo aceptar su partida. Hay las que son adioses a personas que se van, tal vez a otro país, o quizás a otro sendero, porque yo o ellas así lo decidimos. En ocasiones les entrego mis palabras, otras veces las guardo para mí, para recordar que cada ser que se une a nuestro andar, por más breve que sea, deja una huella y una enseñanza.
Y cartas a mí. Me he escrito muchas veces para poner en orden mis ideas, para entender algún proceso. Cartas en las que me digo que disfrute los días de luz y los lluviosos… porque hasta en éstos se pueden brincar charcos. Querida Tamara, empiezo… y trato de hacer que mis palabras sean dulces, que los regaños no sean demasiado severos, que las letras me apapachen o me guíen.
A veces no puedo dormir porque estoy escribiendo en mi mente, y me tengo que levantar a tomar la pluma y papel que siempre acomodo en la mesita de noche para garabatear las ideas que me embrujan.
Las letras me han acompañado siempre… Las letras no me dejan mentir, porque es difícil escribir Te Amo, si no amas de verdad (la tinta se corre, aunque no se note), y cuando lo dices con letras queda ahí, para siempre…
Palabras cachondas, mensajes tristes, textos provocativos, recados secretos, frases cómplices, palabras de aliento, notas cursis, textos serios…, miles y miles de letras que se unen en palabras, que forman párrafos y después, a veces, cartas.