El verano es una época ideal, no solamente para ir a la playa, abusar de los postres y espachurrar el presupuesto familiar en las terrazas y chiringuitos. Es también una época ideal para reparar en aquellos libros que, por una u otra razón, quedaron postergados en la estantería o, simplemente, olvidados entre tanto best-seller y oportuna novela del famoso de turno transmutado, por arte de magia, en escritor de postín.
KAFKA Y LA MUÑECA VIAJERA es una de esas obras ideales para pasar una tarde, al cobijo de una sombrilla, disfrutado de la brisa marina o, descansando en el sillón de casa que, aunque tenga menos glamour que una tumbona oxidada en cualquier apartamento del litoral, es igualmente valido para la labor que nos ocupa.
De manera inequívoca se suele recurrir a la personalidad, o a la obra del gran literato Franz Kafka cuando nos encontramos ante un problema de difícil solución. Suele ser habitual, en esas situaciones, recurrir a expresiones tales como Esto que nos ha ocurrido es kafkiano.
También se suele recurrir al absurdo en el que se ven inmersos los personajes del autor o a los sentimientos de culpa que suelen embargarlos para describir una determinada situación vital.
Lo que muchas personas ignoran es que el mismo Franz Kafka, obsesivo, desilusionado con su trabajo en una empresa de seguros, y dominado por un profundo sentimiento existencialista fue capaz de mantener una breve, pero intensa amistad con una niña en los meses anteriores a su fallecimiento. También hay constancia, o por lo menos así lo expresaba Dora Diamant -quien fuera su último gran amor y quien le acompañara en sus últimos días- de que Kafka llegó a escribirle varias cartas a aquella misteriosa y casi legendaria niña.
Partiendo de dicha premisa, el escritor Jordi Sierra i Fabra ha escrito Kafka y la muñeca viajera, un maravilloso relato que mezcla fantasía y realidad de una manera magistral.
La acción arranca cuando Kafka, durante uno de sus paseos por el parque Steglitz de Berlín se encuentra con una desconsolada y llorosa niña llamada Elsi. Ante los requerimientos del escritor, Elsi le cuenta que está triste, porque su muñeca Brígida ha desaparecido y no sabe dónde buscarla. Ni corto ni perezoso, Kafka le cuenta que Brígida no está perdida, sino de viaje alrededor del mundo. Ante los atónitos ojos de Elsi, quien pregunta al autor que cómo lo sabe, Kafka le responde que él es un cartero de muñecas, especializado en llevar las cartas de las muñecas viajeras del mundo.
Como era de esperar, Elsi le pregunta si él podría traerle las cartas de su querida Brígida, siempre cuando la muñeca le mandara alguna, requerimiento que fue respondido de manera afirmativa por el escritor.
A partir de ese momento, Kafka dedicará las tres siguientes semanas de su vida a escribir toda una colección de cartas, relatando las andanzas de Brígida, la cual emulará las aventuras del mismísimo Phileas Fogg, paradigma viajero creado por el no menos genial literato Jules Verne.
Como no podía ser menos, Kafka invertirá todo su tiempo libre y sus cualidades literarias en escribir las más maravillosas y atractivas cartas para su pequeña amiga Elsi, demostrando una enorme sensibilidad para con la pequeña.
Son pequeñas obras maestras donde el escritor se pone en la piel de una intrépida muñeca que está inmersa en un viaje de descubrimientos continuos, al igual que su dueña, Elsi.
Al final, la pequeña Elsi descubrirá, gracias a los relatos de su intrépida muñeca escritos por Kafka muchos de los secretos de nuestro mundo, los cuales permanecen ocultos para los niños hasta que éstos llegan a ser mayores.
Kafka y la muñeca viajera entremezcla la propia vida del escritor nacido en Praga y considerado uno de los más importantes autores del pasado siglo XX, con la portentosa imaginación del escritor catalán Jordi Sierra i Fabra.
La novela pretende ser una reconstrucción de la mencionada y enigmática amistad entablada por Kafka y una niña alemana, a finales de 1923 y principios de 1924, rellenado así aquellos pasajes que habían quedado incompletos desde la muerte de Kafka y, posteriormente de Dora Diamant, las dos únicas personas al tanto de tal amistad, además de la desconocida niña.
Jordi Sierra i Fabra logra, con una prosa cuidada, medida y precisa la que, posiblemente, sea su mejor obra hasta la fecha, algo complicado si se tiene en cuenta que el escritor es responsable de, al menos, tres centenares de libros.
Kafka y la muñeca viajera es una lectura recomendada para los más pequeños, pero, como ocurre con otras obras del autor, también es un placer para el lector adulto. La obra tiene una lectura sencilla, pero no exenta de calidad, y otra más reposada donde se repasan algunos temas propios de edades más adultas que muchas personas tienden a olvidar a medida que cumplen años.
De ahí la tremenda validez de una obra como ésta, justamente galardonada con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, durante el año 2007.