Musa:
Desconozco los motivos que te impulsaron a tomar tan drástica decisión, únicamente me dices que no te sientes contenta, que no puedes amar y que no estás acostumbrada a que te quieran.
Conforme a tu correo, pasé al departamento para recoger las cosas que dejaste y me topé con aquella foto en blanco y negro. Sí, la primera que te tomé apenas te conocí; en ella apareces seria, bella, solitaria y triste.
Sentada en la mesa de aquel restaurante que tanto te gustaba, con una jarra de clericot ya casi vacía y una copa a medio consumir. Destaca el color negro de tu pelo así como la blancura y finas facciones de tu cara. Al acercarla me enfrenté de nuevo con ese color, otra vez oscuro, pero ahora de tus ojos, que me cautivó desde un principio y que expresan una alegría contenida y cierta nostalgia. Tanto tu semblante como la soledad del vino delatan una vieja congoja.
Las cosas no son como solían ser, y probablemente nunca lo fueron. Hoy al fin me atrevo a decirte que no te conocí en aquella fiesta donde físicamente nos encontramos, antes ya te imaginaba; la primera vez siendo un niño, cuando acudí con mis compañeros de escuela a una muestra internacional de fotografía y ahí estabas tú plasmada en una imagen. Eras una niña de aproximadamente cinco años de edad que jugabas a las brujas en un jardín de alguna construcción virreinal, estabas rodeada de rosas multicolores, llevabas un vestido violeta. Brincabas estática y reías a carcajadas…
-Algún día la conoceré- pensé.
Te volví a imaginar en una fotografía no recuerdo dónde, cuando ya siendo una adolescente regresabas a casa con uniforme de colegiala, cargando tus libros y con la mirada altiva que presumen los que aún no han tropezado.
Te visualicé nuevamente iniciando tus experiencias mundanas, cuando estabas por cumplir veinte años, los cuales celebrabas bailando con el novio equívoco a bordo de un crucero extraviado entre la niebla. Era tu tercer novio. El primero pasó sin pena ni gloria, el segundo fue un atractivo violinista que te había seducido sin amor entre la muchedumbre en ayunas que esperaba para cantarle a su santidad el Papa. ¡Ja! Ahora se encuentra penando en algún lugar de Europa por tu desamor.
Así fui viéndote crecer, intuyendo que en algún lugar existías y que tarde o temprano te encontraría. Todo lo que tenía que hacer era esperar el momento y abrir bien los ojos mientras te hacías mujer entre los azares de tu destino errático; ya fuera tomándote una copa de oporto por el sur de la Ciudad, entre los vendedores de sueños y promotores de fantasías, asomada a una ventana sin porvenir, vestida de largo en una fiesta de empresarios poderosos, sumergida en una bañera llena de champaña, aprendiendo fotografía en Milán donde conociste a muchos hombres que no te amaron o cazando rinocerontes desinflables rosas en las selvas de Kilimanjaro. Mientras tanto yo siempre buscándote sin encontrarte, siempre lo mismo durante años y la niña envejecía sin merecerlo y yo sufriendo en soledad.
Y así continué perdiendo la noción del tiempo, porque la distinción entre pasado, presente y futuro es pura ilusión y siempre al final, yo imaginándote, soñándote, queriéndote tocar como el virtuoso músico toca a su amado instrumento. Y como si la vida fuese un tren, yo desde mi asiento, atento, vigilándote desde la ventanilla. Pero el tren lleva su velocidad y como la vida misma, mientras envejecemos más se apresura el tiempo, por lo que era inevitable perderte de vista.
Había momentos en que tu rostro se desvanecía con el ritmo del viento, pero el saberte en alguna parada me daba alivio.
Así fue hasta que por fin, en uno de los vagones iba la niña interminable de mis sueños convertida en una mujer divorciada, llena de cicatrices que probaban el haber vivido y muy diferente a como la había imaginado, no obstante me turbaste.
Pastoreabas el olvido con tu avasallante personalidad, sabiendo que cualquier tristeza imaginada es igual de dolorosa que la verdadera. Creyendo que el amor es una guerra, por lo que jamás te quitas la armadura. Quisiera entender el motivo que te impide ser feliz, ¿qué te impulsa a conspirar en tu contra musa mía?
¡Necesito salvarte! ¿Pero de quien o que? ¿Querrás?, ¿Sabrás que podemos escoger lo que sembramos, pero estamos obligados a recoger lo cosechado? ¡Esa eterna batalla entre lo que uno quisiera que fuera y lo que es! Desearía descubrir qué nutre tus miedos y destruirlos uno a uno para que comprendas que al final sólo somos polvo de estrellas en un diminuto punto azul del Universo y que estaremos vivos por una fracción de segundo en el tiempo real, en este mundo que llamamos vida ¿Por qué entonces no darle a la vida una oportunidad? Y sí, me lo has dicho, sé que encontrare a alguien más, pero no serás tú, ¡no será la niña de mi fotografía!
Es curioso como nos aferramos al pasado, mientras esperamos nuestro futuro. El destino no espera a nadie. Estoy muy cansado, iré a dormir, y soñaré que cuando despierte la garrafa de clericot de la foto estará llena, la copa a medio consumir, tu semblante sonriente y que estarás tú dormida abrazándome y yo en silencio velaré tu sueño.¡No te vayas! ¡Aquí estoy! ¡Regresa!….