Nunca ha sucedido nada que no haya sido primero soñado.
Todos nos quejamos de lo mismo en las grandes ciudades: el tráfico, la contaminación o la poca cultura cívica en los más variados temas. Siempre vemos “al otro” como el culpable de nuestros problemas, sin pensar en lo mucho o poco que estamos haciendo para que las cosas cambien.
Hoy en día, vemos a las políticas públicas como algo ajeno a nosotros: “¡Qué hagan lo que quieran mientras no me afecten a mí!” Y caemos en un grave error, pues el hecho de vivir dentro de una ciudad nos coloca en una sociedad que está a mi servicio cuando me proporciona protección, compañía, información o entretenimiento; pero que de igual forma, demanda otras obligaciones de mí como ciudadano, y una de ellas es la participación ciudadana.
Hace unos días caminé afuera del Colegio Miraflores y vi que la calle estaba muy sucia. Entonces recordé que hace tres años, ante tal problema, muchos alumnos del Miraflores salimos un domingo a barrer la avenida en la que se ubica el Colegio. Y para sorpresa de algunos, la actividad fue divertida porque estábamos conviviendo con amigos, sólo que en lugar de hacerlo en otro sitio, estábamos en la calle. Qué curioso que salir a jugar a la calle sea visto como algo raro en nuestros días, mientras que nuestros papás lo hacían todo el tiempo hace algunos ayeres.
La anécdota viene a cuento debido a que cuando barrimos la avenida hicimos un bien común. Pusimos el ejemplo de cómo debía estar la calle por la que caminábamos todos los días y no nos limitamos a criticar su estado, o a pensar únicamente en barrer la entrada de nuestras casas porque de todo lo demás se debe encargar el gobierno. En pocas palabras, uno no cuida lo que no ama y nadie ama lo que no conoce. Si no somos capaces de dar un pequeño extra, involucrándonos e informándonos sobre la situación que nos rodea, ¡seguro que nos quedamos como estamos por el resto de nuestros días!
Unos meses atrás me enteré del movimiento que están haciendo muchas personas para recuperar los ríos de la Ciudad de México. La iniciativa se llama picnic en el río (http://picnicenelrio.org/) y busca rescatar el Río de la Piedad que actualmente está entubado en lo que es el camellón del Viaducto (una calle saturada de tránsito vehicular). Los participantes pasan un ‘día de campo’ ahí, como si ya estuviera el río en perfectas condiciones.
La idea de hacer un picnic nació de la necesidad de llamar la atención de la ciudadanía y el gobierno, sin perjudicar a nadie, haciendo conciencia de qué es lo que hay debajo de las calles que transitamos y que desgraciadamente estamos contaminando.
El proyecto consiste en cerrar los carriles centrales del Viaducto colocando un eje de movilidad masiva, y en su lugar, dar espacio a un río y un parque.
Los ejemplos dados son en dos polos distintos de la sociedad, y ambos tienen mucho valor para mejorar la ciudad en la que vivimos.
No olvidemos que la “ciudad posible” empieza en la mente de cada uno de nosotros. Nuestra obligación es transformar esa posibilidad en realidad.