Fue en octubre de 1962; hace exactamente cincuenta años. Todavía conservo la grabación original de aquel jovencito desgarbado, con pelo desaliñado y acompañado tan solo de una guitarra y una armónica, quien después de cantar varias canciones y decir algunos chistes, dijo algo así como: “Bueno, esto sí va en serio, se trata de un poema musicalizado que expone varios asuntos trascendentes y serios. Hoy lo quiero estrenar.” Hablaba de la célebre canción “La Respuesta está en el viento”, que lanzó en un modesto auditorio de la Unión Americana. En poco tiempo su melodía dio la vuelta al mundo y se proyectó su fama por los cinco continentes.
¿Qué fue lo que de inmediato atrajo mi atención sobre Bob Dylan y sus canciones? Antes, la música popular era simplemente para bailar y divertirse. Él fue el primero en convertir sus canciones en poderosos vehículos transmisores de ideas sobre temas políticos, económicos y sociales.
En mi generación, cuando llegaba la Navidad, los regalos para los niños habitualmente eran rifles, pistolas, granadas, bayonetas, ametralladoras, cascos militares y cuchillos. Todo era de juguete, pero sin duda se fomentaba indirectamente la mentalidad belicista. La Segunda Guerra Mundial y la de Corea habían terminado pocos años atrás, y este músico-poeta puso “el dedo en la llaga” al denunciar este peligroso hecho en su canción “Páginas del pasado”.
En mi infancia vi un documental en el que los niños afroamericanos eran cruelmente discriminados y no se les permitía jugar en los mismos parques que los niños blancos. ¡Ni siquiera tomar agua en los mismos bebederos públicos! Y en los camiones de pasajeros, a las personas de color se les mandaba a la parte de atrás y de pie, mientras que los blancos viajaban en la parte delantera cómodamente sentados. Bob Dylan decía en sus canciones: “¿Cuántos años ha de vivir cierta gente hasta que se le permita vivir en libertad”? (…) ¿Cuántas veces has de voltear tu mirada, pretendiendo fingir que no has visto ninguna injusticia?”.
Este compositor tuvo la valentía de enfrentarse a toda una sociedad que discriminaba y cometía graves injusticias contra los afroamericanos cuando a casi todo el resto de la población le parecía lo más “normal”, lo “habitual”.
Naturalmente, este tipo de canciones fueron parte –junto con las de otros intérpretes como Peter, Paul and Mary, Pete Seeger y Joan Báez- de un movimiento por los derechos humanos. El inolvidable líder Martin Luther King quiso que se entonara “La Respuesta está en el Viento” en el Capitolio ante miles de personas, en una histórica manifestación que fue un ‘parteaguas’ en la lucha por reivindicar los derechos civiles de los afroamericanos.
En otras canciones como “Señores de la Guerra” y “Todo ha terminado ahora, dama triste”, Dylan expuso cómo un puñado de empresarios norteamericanos de la industria armamentista habían impulsado –en buena medida- la guerra de Vietnam, y mientras ellos se llenaban los bolsillos de dinero, miles de jóvenes de la Unión Americana (sospechosamente empleando como “carne de cañón” a los hispanos y afroamericanos) derramaban su sangre en un conflicto absurdo del que Estados Unidos tuvo que salir huyendo vergonzosamente en la década de los setenta.
“A través de la torre de observación” es otra de sus melodías que relata cómo se han ido perdiendo valores en la sociedad americana y eso ha llevado a un estado de confusión a las nuevas generaciones. El trasfondo de sus piezas clásicas “Como una piedra que rueda” y “Los tiempos están cambiando”, es un llamado a los jóvenes para que tengan autonomía, independencia y mantengan sus propios puntos de vista, y para que no se dejen manipular por los medios de comunicación o el ambiente circundante. Es un vigoroso llamado a participar en la vida ciudadana y a no permanecer pasivos o ser un “mero número más en la estadística”.
Posteriormente, Dylan, que no practicaba ninguna religión, se convirtió al Cristianismo. Y a partir de ese momento comenzó a componer canciones abiertamente proselitistas como “Servir a alguien”, “Disparo de amor” y “Tocando en las puertas del Paraíso”. Lo sorprendente fue que muchos jóvenes no solo respetaron su conversión, sino que vieron con simpatía su encuentro con Jesucristo y cómo compartía muchas de sus experiencias espirituales a través de su música.
Bob Dylan ha recibido doctorados Honoris Causa de varias universidades e importantes reconocimientos. Recientemente, el Presidente Obama le concedió el Premio al Mérito Civil por sus valiosas aportaciones a la sociedad americana.
Muchos presidentes, políticos e intelectuales no ocultan haber recibido gran influencia de este músico-poeta, como los expresidentes Carter y Clinton, la escritora y catedrática Mary Ann Glendon; el recientemente fallecido y genio de las computadoras, Steve Jobs; grupos musicales como Los Beatles, Los Rolling Stones, U 2, y cantautores como Billy Joel, Joe Cocker, Tracy Chapman y Donovan. Incluso hay universidades en las que se lleva una materia sobre música popular y dedican unos capítulos a la aportación músico-literaria de Bob Dylan, ya que creó un nuevo género musical denominado el “folk-rock”; una original mezcla de música folklórica con el Rock and Roll.
Bob Dylan, en definitiva, no es un cantante más, sino un pensador que con su guitarra y su armónica cambió el modo de enfocar muchos de los problemas sociopolíticos de su época e influyó decisivamente en su generación. Sin duda, a la vuelta de cincuenta años, ha pasado a formar parte de la historia de la cultura popular contemporánea.
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