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Entrevista al maestro, Sergio Peraza Ávila

UN NIÑO MARCADO POR EL ARTE, UN HOMBRE QUE MARCA AL ARTE.

Su primer juguete: una paleta con acuarelas. Su pasatiempo: la plastilina. Su entorno: un taller donde se contagia con la escultura, la música de ópera y la lectura. Una ilusión: brillar con su propia luz.

Desde muy joven, con la asesoría de su padre, Humberto, Sergio Peraza inició su trabajo como escultor. Sus primeras piezas influenciadas por su familia fueron sobre el tema taurino, dando paso a piezas de minotauros. Sin embargo, Sergio sintió la necesidad de dar un toque exótico a lo mexicano y así nació su afición por los perros Xoloitzcuintles.

A través del tiempo, el maestro Peraza ha perfeccionado su técnica y estilo. Partiendo de kilos de plastilina, sus esculturas alcanzan la perfección cuidando todos los detalles. Después de marcar la simetría, el maestro inicia su trabajo a partir de un retrato. Sus dedos se empiezan a mover con magia para dar forma a las facciones, al tiempo que busca interiorizar más allá del busto para crear una comunicación activa con el público.

Tras ser el artista más joven en recibir la medalla Picasso-Miró, Peraza inició una etapa bohemia en las calles de París, donde se dedicó a producir litografías. Años después, la Sociedad de Artistas Franceses volvió a poner los ojos en Sergio: el Museo de Louvre le abrió sus puertas en 2009 con la exposición temporal Semiótica Taurina.

El trabajo de Sergio cruza fronteras al crear esculturas de grandes dimensiones, como la Virgen del Carmen Stella Maris. No sólo llaman la atención sus 12 metros de altura, sino su edificación a más de 25 metros sobre el mar.

Al momento de la entrevista, Sergio Peraza prepara un busto colosal de la oceanógrafa Sylvia Earle, que será anclado en las profundidades del mar de Cozumel este diciembre. Se trata del segundo busto de la autoría del escultor que se encontrará en el Caribe.

¿Cuándo has sido más feliz?

Ahorita, porque se logró el equilibrio: madurez-trabajo-amor-paternidad.

¿Qué música escuchas cuándo trabajas?

Varía, música introspectiva y en el taller, ranchera y guapachosa.

¿Cuál es el mejor regalo que has recibido?

Mi perro Grifo, un xoloitzcuintli de los criadores de Teotihuacán.

¿Qué hay en tu mesa de dormir?

Un libro: A la sombra del Ángel.

¿Qué te quita el sueño?

El café.

¿Cómo le enseñarías a un niño el amor al arte?

Con naturalidad. Así me lo enseñó mi padre; jugando, sin terror a los desnudos.

¿Dónde quisieras vivir?

En la ciudad de México de los años 50, sin tráfico.

¿Cómo es un día perfecto?

Inicia con un sabroso desayuno preparado por mi esposa, que es chef; luego, recibir la llamada de luz verde para el siguiente proyecto; finalmente, tener tiempo para leer en la noche.

¿Amas la fiesta brava y los toros?

De niño iba mucho con mi papá a las corridas. Ahora me gusta más la teoría y el origen de la tauromaquia.

¿Prefieres las obras por encargo o por inspiración?

Las dos. Son codependientes.

¿Qué no olvidas en la maleta?

La navaja suiza.

¿Con quién te gusta hablar por teléfono?

No me gusta el teléfono.

¿Cuál fue la última película que viste?

The Martian. Es el Robinson Crusoe contemporáneo. Me encantó la dirección de Ridley Scott.

¿Alguna anécdota?

Muchas. Al trabajar en la escultura de la Virgen del Carmen hubo un ligero error humano en las escalas, lo que provocó que midiera 51 centímetros más de los 12 metros que debía medir. Cuando empecé a hacer las correcciones, un sacerdote se acercó para decirme que no existía ningún problema porque fue en 1251 cuando la Virgen se le apareció a San Simon Stock para entregarle el escapulario del Carmen.

¿Qué le quieres dejar a México?

Como artista, que la escultura llegue a la gente como la música. A los jóvenes que estudian arte les quiero dejar un camino andado para que puedan volar contra toda tormenta.


sergio

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